Patrones de sueño y demencia

En la entrada de hoy hablaremos de los patrones de sueño. Se trata del trabajo de Cavaillès et al., Communications Medicine 2025. El artículo explora cómo diferentes perfiles multidimensionales de sueño (identificados mediante machine learning) se asocian con el riesgo de demencia y enfermedad cardiovascular en adultos mayores. Los autores emplearon una cohorte de hombres mayores reclutados en Estados Unidos estudiados durante 12 años (solo hombres, he aquí una primera limitación del estudio). Una de sus virtudes es analizar el sueño a través de distintas dimensiones objetivas (duración, fragmentación y ritmo circadiano, entre otras), en lugar de la tradicional valoración de componentes aislados. Este así llamado “sueño multidimensional” integra, pues, múltiples procesos simultáneos: la duración, la continuidad, la calidad, el ritmo circadiano y los comportamientos diurnos como la siesta.





El análisis identificó tres perfiles principales:


Dormidores sanos y activos (64%): duración nocturna normal (≈ 6,7 h), alta eficiencia del sueño (83%), buena calidad y fuerte ritmicidad circadiana. Actividad diurna elevada y baja fragmentación del sueño.


Dormidores malos y fragmentados (14%): menor duración nocturna (5,6 h), tiempo prolongado en cama (8,8 h), baja eficiencia (64%), alta latencia e interrupciones (despertares frecuentes y fragmentación circadiana significativa). Mayor variabilidad horaria y hábitos menos saludables.


Grandes y frecuentes sesteadores (22%): duración nocturna normal pero fragmentación circadiana acusada, realizan siestas largas y frecuentes (79 min y 5,5 siestas diarias), aunque conservan buena eficiencia y mantenimiento de sueño nocturno.


Aunque lo relevante del estudio es la puesta de manifiesto de patrones de sueño determinados mediante complejos métodos de machine learning, no dejaremos de mencionar también que en el estudio  asociaron el patrón de sueño con los datos generales de cada individuo, y encontraron, primero, que los dormidores fragmentados y los frecuentes sesteadores presentan peor perfil sociodemográfico y biomédico que los dormidores activos: mayor edad, menor actividad física, más prevalencia de hipertensión y mayor índice de masa corporal. Los malos dormidores, además, tenían más probabilidades de vivir solos y menor nivel educativo. En ambos grupos "de riesgo" también se observó mayor consumo de tabaco.

Pero segundo y aún más interesante, al seguir analizando a los sujetos durante 12 años, los malos dormidores mostraron un riesgo de demencia significativamente mayor comparados con los de sueño sano y también de eventos cardiovasculares.


Estos resultados apuntan la posibilidad de que la mala calidad y fragmentación del sueño sea un factor de riesgo transversal para el deterioro cognitivo y cardiopatía.

También observaron que, por su parte, la siesta excesiva —en ausencia de otras alteraciones nocturnas— no aumenta el riesgo de demencia pero sí puede influir en la salud cardiovascular.


Los posibles mecanismos que subyacen al vínculo entre mala calidad/fragmentación del sueño y demencia, podrían ser las alteraciones en la limpieza glinfática cerebral, la acumulación de proteínas patológicas (β-amiloide, tau), la disfunción metabólica, la inflamación y las alteraciones en la secreción de melatonina.


Lamentablemente se trata solo de un estudio correlacional, no demostrando causalidad, pero resulta revelador la asociación (aunque sea indirecta) entre el patrón de sueño y la probabilidad de desarrollar demencia. Sin embargo, el trabajo no evaluó más que el patrón de sueño al principio del estudio, por lo que nos quedamos con las ganas de saber si la probabilidad de demencia estuvo asociada con la continuidad de esos patrones de sueño a lo largo de los años.


Sí que nos quedamos con la idea de que el sueño quizá deba ser analizado multidimensionalmente para poder empezar a hacer inferencias eficaces en relación con la salud cerebral. Seguiremos atentos a estos desarrollos, especialmente cuando, como en este trabajo, se demuestra una vez más que no es tan importante dormir poco o mucho ni estar más tiempo en la cama, sino que lo es la calidad del sueño en cuanto a su fragmentación y la alteración circadiana (indicios muy horméticos, por cierto…).




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